La Plaza Mayor es uno de los lugares más emblemáticos de Madrid por su belleza arquitectónica, su importancia urbanística y por su valor histórico. En el siglo XV, en este mismo lugar estaba la plaza del Arrabal, pero cuando Felipe II decidió convertir a Madrid en la capital del reino, encargó el diseño de la plaza al arquitecto Juan de Herrera, ilustre por sus obras de El Escorial.
No obstante, no sería hasta 1617, ya durante el reinado de Felipe III, cuando se acometieron las principales obras de remodelación, a cargo del arquitecto Juan Gómez de Mora. En esta fase se creó su trazado rectangular de 129 metros de largo por 94 de ancho.
Para entonces ya estaba construido el edificio más monumental de la plaza: la Casa de la Panadería. En ella se encontraba la principal tahona de la villa y desde ahí se regulaba el precio de este producto de primera necesidad.
Hoy el inmueble está muy transformado, tanto interior como exteriormente, ya que es la sede del Centro de Turismo de Madrid y su fachada está completamente decorada con pintura murales de temática mitológica.
Aquella primera Plaza Mayor sufrió varios incendios, el más grave de todos en 1790. Tras eso se remodeló bajo la dirección de Juan de Villanueva, el arquitecto que construyó el Museo del Prado. Fue en ese momento cuando se configuró su aspecto actual con fachadas de tres alturas, todas con una estética similar, situadas sobre los soportales de toda la plaza, a la que se accede por nueve arcos de entrada desde las calles aledañas. De todas esas puertas de entrada a la plaza, el más espectacular es el Arco de Cuchilleros, por el gran nivel que salva.
Todo el conjunto de la plaza es muy armónico y equilibrado, no obstante, además de la Casa de la Panadería, hay otro edificio destacado. Es la Casa de la Carnicería, situado enfrente de la Panadería, y con dos torres simétricas que le otorgan un carácter monumental al conjunto.
Y por último, hay que mencionar la estatua ecuestre de Felipe III que ocupa el centro de la plaza. Obra de 1616 creada por los escultores italianos Giambologna y Pietro Tacca, y donada por la ciudad de Florencia al monarca español. Esta escultura inicialmente estuvo en la madrileña Casa de Campo, pero en el siglo XIX y con el gobierno de Isabel II, se trasladó a su emplazamiento actual.